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ElcheXploreR

El último molinero de Elche

Jaime Mollá Esclapez (Lo Reus, Torrellano, 5 de mayo1940)

El 28 de noviembre de 2025 parte del equipo de ElcheXploreR se desplazó hasta Torrellano Bajo, allí en un roal de cases funcionó durante varias décadas una almazara y un molino funcionó hasta ______________

Una charla, una visita y una experiencia que queremos dejar constancia en el siguiente vídeo, para que su testimonio, su recuerdo perdure en nuestra memoria oral, trasmitida por sus protagonistas.

En el siguiente artículo del CFPA Mercè Rodorera podemos leer resumida su vida y su historia con el título Nuestra Memoria; Centro de Formación de Personas Adultas Mercè Rodoreda:

El aeropuerto de El Altet. Me llamo Jaime Mollá Esclapez, nací en Torrellano Alto, en una casa de campo que se llamaba Lo Reus, allí vivieron mis padres y mis abuelos, a los que yo no conocí. En el año 1946 tuvimos que abandonar la casa, que estaba arrendada porque los dueños la vendieron por crisis económica, a pesar de que eran los dueños de la editorial Reus de Madrid. Nos tuvimos que ir a una casa y tierras que mis padres tenían a unos 500 metros al sur de la estación de tren de Torrellano. Allí mi padre instaló una almazara de aceite en el 1946 y en 1947, un molino de piensos. Empecé a ir a la escuela a Torrellano hasta los 13 años que dejé de ir no sé por qué razón, aunque mi padre me buscó a un hombre que daba clase por las noches a chicos que trabajaban durante el día. En verano, cuando íbamos a la playa hacia El Altet, atravesábamos por donde están ahora las pistas. En ese lugar, desde 1927, había un aeropuerto civil propiedad de la empresa francesa Lignes Aériennes Latécoère que tenía una línea correo entre Francia y Senegal con varias escalas hasta Dakar con enlaces para Argelia (Orán). Se mantuvo en funcionamiento hasta 1935 o 1936. Fue por el año 1953-54 cuando oímos hablar por primera vez del aeropuerto de El Altet y que llevarían el tranvía desde Alicante. En Alicante ya había habido un aeropuerto en 1919 que acogía vuelos que unían Francia, Barcelona, Marruecos y otros lugares y, más tarde, en 1936, se convirtió en el Aeródromo militar de Rabasa. Después de unos años de silencio, en 1962 volvieron los rumores del aeropuerto de El Altet al ver a gente midiendo, poniendo estacas y pintando con pintura roja y amarilla. La gente que vivía por allí estaba expectante porque habría expropiaciones. En 1963 ya se supo el deslinde de los terrenos para el aeropuerto y era más de lo que nos pensábamos.

En 1964 comenzaron las valoraciones de los terrenos, las casas se valoraban según los años que tenían y los terrenos entre cuatro y once pesetas el metro cuadrado según la calidad de la tierra y el arbolado que contenían. Todos los vecinos veían que iban a cobrar muy poco. El 5 de abril de 1965 estábamos citados todos los propietarios expropiados en el Ayuntamiento de Alicante para recibir los cheques de las expropiaciones. El primero en ser citado fue la Salinera Catalana, que era la parcela más al sureste, que tenía balsas en la carretera Alicante-El Altet y que no estuvo de acuerdo con la cantidad recibida, al igual que algunos propietarios, aunque la mayoría aceptó. Los propietarios que pleitearon tardaron varios años en cobrar lo que en un principio les habían adjudicado. Cuando se cobró, comenzaron a desalojar las casas y los dueños podían llevarse los desechos del derribo: ventanas, marcos, vigas, etc. Las tierras de mis padres estaban más hacia el oeste, contaban con unas 60 tahúllas de tierra, unos 60.000 metros cuadrados. Había dos casas, en una de ellas vivíamos mis padres y yo. Teníamos el local del molino de piensos, el local de la almazara, un corral grande delante de la casa y un almacén. Mi padre también puso una reclamación con su abogado al Ministerio del Aire de Madrid. A los quince días llegó una carta indicando que no tocáramos la casa, que por ser grande, reformada, nueva, y con teléfono, reunía las condiciones para instalar allí las oficinas de los ingenieros del ministerio que se iban a hacer cargo de las obras, ya que estaba fuera del radio de acción del movimiento de tierras que tenían que hacer. Todo el conjunto se quedaba a unos 300 metros del final de las pistas. Más arriba estaba la casa del tío Andreu y la tía Marieta. El tío Andreu era primo de mi padre y su casa tampoco la tiraron porque junto a la casa instalaron los molinos para moler la piedra que traían de la sierra de Fontcalent para hacer la pista de aterrizaje. A principios de mayo de 1965 dejamos la casa y nos trasladamos a Torrellano, entonces se paró el molino y yo me quedé sin trabajo. En junio de 1965, yo tenía que ir para abrir la casa para que metieran el mobiliario necesario para las oficinas y les pedí trabajo. Me lo dieron de peón, el trabajo consistía en hacer cualquier cosa, desde medir con los ingenieros hasta poner estacas de señalización. El jornal de oficial de peón era de 3.200 pesetas o 19,16 euros al mes y jornada de 12 horas, los albañiles ganaban entre 5.000 y 6.000 pesetas o 30 y 36 euros al mes. Empecé el día 1 de julio de 1965 y fui el primer trabajador contratado, el segundo fue un primo de mi padre, Juan Mollá Agulló, de chófer y el tercero, un cuñado mío, llamado Francisco Giménez Blasco. Por aquellos días le pagaron la indemnización de la casa y las tierras a mis padres, pero se quedaron sin cobrar la almazara y el molino porque el perito ingeniero capitán D. Enrique Abellán y su ayudante el teniente ingeniero Sr. Sandía los calificaron como almacenes y no como industria.

La empresa Escrec Chemique que se encargó del movimiento de tierras, arranque de arbolado, allanamiento del terreno y las pistas, era francesa y se instaló en la casa de “Pepito Fuentes”. El hijo de “Pepito Fuentes” también trabajó en las oficinas de la empresa francesa y un buen día tuvo la ocurrencia de colgar un cartel del techo que decía: “Por favor, no me cuente sus penas, yo también he sufrido mucho”. Después de dejar ese trabajo se fue a la universidad de Salamanca como catedrático de dibujo. En octubre de 1965, como mis padres no habían cobrado nada por la almazara y el molino, pedí permiso a la empresa de forma temporal, durante la campaña de la oliva, para poner en marcha la almazara y obtener aceite. Me lo dieron hasta enero de 1966, para terminar la campaña del aceite. No hubo nunca problemas hasta que se dieron cuenta que el desagüe de la almazara iba hacia donde estaban haciendo el desvío del canal de Riegos El Progreso. Querían que modificara el trayecto del desagüe y yo les dije:–El desagüe va por donde ha ido toda la vida. Entonces ellos lo desviaron para que no pasara por las pistas de aterrizaje, pero aún pasa por dentro del aeropuerto. Por estas diferencias, cuando acabó la campaña del aceite y volví como había acordado, me dijeron que no había trabajo y me quedé sin él. En mi puesto de peón pusieron a otra persona. Entonces fui a la empresa francesa a pedir trabajo y me contrataron como peón. Al principio comencé haciendo el mismo trabajo que en la otra empresa, que era salir con los ingenieros a medir y señalizar poniendo estacas para indicar la forma de hacer el movimiento de tierras. A los pocos días me cambiaron y formamos un equipo dedicado a plantear (aplanar) las pistas de aterrizaje: una máquina para extender arena, un camión cuba para echar agua y compactar la arena que servía de base al asfalto de la pista y dos personas que interpretábamos las estacas y controlábamos el nivel de arena. Por el mes de mayo de 1966 vino el encargado a ofrecerme hacer horas extra y así indicaba a los camiones que traían la arena dónde tenían que descargarla. Mi jornada laboral era de 12 horas más una o dos horas extras que me las pagaban a 33 pesetas o 0,20 euros la hora. Estuve haciendo horas extra durante dos meses, hasta que se terminaron de nivelar y compactar las pistas con arena. Había dos pistas de igual longitud, 2.700 metros, una de despegue y otra de aproximación a la terminal. Cuando acabaron de asfaltar las pistas, derribaron la casa que les había servido de oficina de los ingenieros, pero el molino y la almazara aún seguían en pie, era el lugar donde guardaban la maquinaria. Una tarde que estaba trabajando cerca del molino y la almazara, vi como los ingenieros se fueron hacia allá con maquinaria pesada para tirarlos. Me acerqué y les pregunté:–¿Qué es lo que van a hacer? Ellos me contestaron:

–Tirar el molino y la almazara. A lo que yo les dije:–Ustedes no pueden hacerlo hasta que mi padre haya cobrado la indemnización pactada. Hubo sus más y sus menos y se formó una comisión que aumentó el precio en 400.000 pesetas o 2.396 euros y mi padre aceptó. Pasó el tiempo pero no cobraba. Por 1967, mi padre estaba ya enfermo y le planteé montar de nuevo la maquinaria de la almazara ya que no habíamos cobrado. Él aceptó y entre mi hermano y yo la montamos porque los técnicos de una empresa alcoyana no podían hacerlo hasta el año siguiente. De julio a octubre estuvimos montando la almazara con su instalación eléctrica. El día tres de noviembre empezamos a moler oliva y a trabajar la campaña del aceite que se terminó en enero de 1968 cuando mi padre murió. Jaime Mollá Esclapez. 1º A.

Fuente: Edita: C.F.P.A. Mercè Rodoreda Portes de les Tafulles, s/n, Elx, 03023, Alicante. ISBN: 978-84-09-30063-1

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