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Alegoría fiable de los chopos oraneses que adoptaron los ilicitanos

  Érase una vez un labrador de nombre Mateo Sempere, nacido en la pedanía ilicitana de Valverde Bajo, que vivía con su mujer Gertrudis Agulló junto al camí de les Torres de Baix, y que en el año 1885 marchó en Septiembre a la ciudad argelina de Orán para trabajar allí una temporada como agricultor en una gran finca junto a un lago semidulce del sureste oranés.

       Allí trabajó varias temporadas en el cultivo del arbolado frutal típico de aquella región del Magreb, y en su tiempo libre le gustaba fijarse en unos curiosos chopos que crecían a orillas del lago, con la corteza muy agrietada, una tonalidad verdosa casi glauca que en otoño era muy amarillenta, frutos con semillas envueltas en fibras algodonosas, y unas curiosas hojas de múltiples formas entre las que había acorazonadas, aserradas, redondeadas y alargadas. Todos los argelinos a los que consultaba Mateo acerca del nombre de aquel llamativo árbol, le respondían que ellos tradicionalmente siempre le habían llamado Saf-Saf.

       En las segundas Navidades de su estancia laboral en aquellas lejanas tierras, se acordó de que su gran amigo Antón que trabajaba en el mantenimiento de la Acequia Mayor del Pantano de Elche, se quejaba con frecuencia de que el mantenimiento del cajero de aquella antigua acequia de remoto origen romano le resultaba un trabajo muy arduo en algunos tramos geológicamente muy erosionados, como era el caso del paraje del Agua Dulce y Salada. Observando las gruesas raíces de aquellos chopos que sobrevivían a los calores y las aguas salobres argelinas, se le ocurrió pensar que quizás aquella especie botánica serían una buena solución para sujetar la tierra de los márgenes de la Acequia Mayor y que se podría adaptar bien a las similares condiciones del paraje ilicitano. Convencido como estaba de aquella idea, así fue como tomó la decisión de llevarse no uno sino varios centenarios de pequeños esquejes, durante sus vacaciones previstas para el siguiente mes de Febrero.

       Así lo hizo, y llegado principios de Febrero, subió al barco que debía devolverle a visitar a su familia en Elche, cargado con varios manojos de finos esquejes envueltos en trapos húmedos. Su amigo Antón los recibió de muy buen agrado, y decidió plantarlos en ambas riberas de la Acequia Mayor, con la sorpresa de que la primera semana de Marzo ya asomaron los primeros brotes que se asemejaban a los de eucaliptos. Los regantes quedaron muy satisfechos, especialmente el Concejo municipal que históricamente hacía uso de las aguas de esta acequia que había pasado por manos de civilizaciones romanas, visigodas y árabes.

        Tal fue la repercusión de aquella novedad desencadenada por la iniciativa del joven Mateo, que las noticias llegaron hasta un experto francés en flora de la colonia argelina como era Louis Charles Trabut, quien en el año 1907 decidió realizar una expedición al paraje ilicitano para verificar si era cierto el logro de aquellos emprendedores ilicitanos. Aquel paraje ya lo habían visitado siglos atrás otros ilustres personajes en su itinerario hacia el célebre pantano de Elche, atravesando la Acequia Mayor bajo el «Pontet del Rei» sin haber todavía rastro en el entorno de los álamos argelinos procedentes de Orán, como fue el caso de los botánicos Muhammad Al-Shafra y posteriormente Antonio José de Cavanilles en 1792.

       Trabut sí que localizó en Elche varios centenares de aquella especie que nació históricamente en el valle del río Eúfrates, tan apreciada en los países asiáticos de Oriente, y de la que ya se narraba su existencia en una de las maravillas del antiguo mundo, los Jardines de Babilonia. Sin embargo, los ejemplares aún eran muy jóvenes, y verdaderamente todavía no mostraban su característica diversidad foliar. Ante las dudas que le surgieron, trató de buscar la ayuda de su colega parisino Louis-Albert Dode que era un experto en álamos, a quien le remitió unos esquejes pero tampoco se atrevió a confirmar la identificación como chopos del Eúfrates por sus jóvenes hojas tan similares a las de eucaliptos. Fue entonces que tomaron una atrevida decisión, entonces equivocada pero que curiosamente al final resultó acertada un siglo después cuando se descubrió que por las leyes de la evolución todos aquellos ejemplares que ya se conocía con anterioridad que eran clones y por cierto hembras, habían mutado genéticamente: «Les llamaremos chopos ilicitanos».

       Mateo Sempere se había hecho ya muy mayor cuando conoció en 1951 a Francisco Oliver Quirant en la sede de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, quien luego se convertiría en concejal de Parques y Jardines. Este ilicitano era ingeniero agrícola y amante de las tradiciones ilicitanas, especialmente de sus árboles y palmeras. Fue quizás por ello que se entendió a la perfección con las aficiones botánicas del anciano Mateo, y cumplió su palabra de que intentaría trasplantar un par de esquejes de chopo ilicitano a su «faeneta» de la pedanía rural de Daimés. Así lo hizo, y allí se fueron propagando nuevos ejemplares por toda su parcela del camino de la «Regalissia», como sucede con los rizomas de este singular álamo, el POPULUS ILICITANICA.

        Un árbol perteneciente en definitiva a una nueva variedad botánica aunque muy similar en apariencia al de remoto origen iraquí en la historia de la evolución natural, y que en esa misma época de mediados del s.XX, también fue trasplantado un esqueje desde Elche a la pedanía abanillera de El Tollé junto a un nacimiento de agua salobre del fondo de una pequeña rambla donde se ha multiplicado de forma silvestre durante décadas, y otro esqueje al jardín de La Marquesa en el también municipio murciano de Archena que desapareció durante la segunda década del siglo XX.

16 de Mayo del año 2024. Raúl Agulló Coves

*Agradecimientos a Andrés Valero, Gaspar Agulló Sánchez, Pepe Ferrando, Vicente Sánchez, Tomás Martínez Blasco, Carlos Haba, José Payá, Cándido Escribano, Vicente Arabid, José Joaquín Belda, Rubén Sempere y Carlos Martínez Canales.

Esta web y este proyecto tienen muchos amigos, conocidos y colaboradores pero entre ellos existen varios especiales, uno de ellos es el autor de este relato, al que agradecemos enormemente compartirlo con nosotros y poder publicarlo en esta web.

En las imágenes un grupo de niños en el año 1949, fotografía de Ramón Coves Irles junto a los chopos ilicitanos. A la derecha Jardín Botánico UMH y hojas con el fruto.