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Capaimona. La alquería detenida en el tiempo


Capaimona, recóndita alquería morisca hoy en día perdida en medio de la sierra. Que guarda en su memoria la legendaria leyenda ocurrida en pleno siglo XX. De las más tristes e impactantes que conozco. Situada en un llano dentro del término municipal de Tollos (Vall de Seta). Entre el emblemático Barranco de Malafí –aquel por donde huyeron los bandoleros después de saquear Benimassot (Vall de Seta) y la andalusí Vall d’Alcalà (Marina Alta) siempre bajo la sombra del Visir al-Azraq, pesadilla de Jaime I el Conquistador. Donde no sólo encontramos esta alquería, sino otras más, que fueron abandonadas durante la trágica expulsión de los moriscos el año 1609. Incomparable marco de tristeza y lágrimas de este pueblo que estimaba su tierra, que han quedado grabadas en sangre y fuego en cada piedra de los despoblados: la Roca, Benialís, Benicharcos, Saltes, la Queirola, y la archiconocida Atzuvieta.


Volviendo a Capaimona, si hoy en día si visitamos este rincón natural encontraremos dos edificaciones prácticamente en ruinas. Una de ellas claramente una superviviente medieval. Todavía podemos admirar las aspilleras, situadas en lugares estratégicos para defender la casa, el pozo, restos de una almazara y los corrales. Y enfrente mismo de esta casa, una piedra llana contiene unos petroglifos mucho más antiguos, como así en los alrededores podemos hallar hasta tres estaciones más. Restos de otros pueblos que también habitaron o pasaron por aquí. Prehistóricas o históricas, no tenemos datos para asegurar una época en concreto. Sí por comparación podemos intentar dar posibles respuestas a este enigma que persigue a todos los grabados y petroglifos de la península. Desde el Neolítico, pasando por la Edad de Bronce y la Edad de Hierro. Los templos o lugares sagrados estaban entre la naturaleza, al aire libre, compartiendo espacio con la Diosa Madre. Quizá son parte de la superstición y creencia mágica de los pastores. En conjunto eran rituales de los que han llegado algunas referencias que nos hablan de sacrificios de sangre. Algunas veces humanos, las más animales. Los cuales normalmente se realizaban para asegurar la fertilidad de los campos y de las mujeres. En fechas determinadas como los solsticios o equinoccios. Llegando incluso a realizarse ya dentro del siglo XVI. Separando las vísceras y la sangre. Dejando las primeras en cazoletas cuadradas y reservando la segunda para las circulares. Así se dejarían durante toda la noche y que la Diosa saciara su hambre y no perjudicara a la familia. También en algunos lugares servían para solicitar la lluvia en tiempos de sequía. 

Petroglifo tipo hojiforme.

Sabemos que en las Islas Canarias los pueblos nativos, vertían leche y el cuajo de la misma, apartando a los animales adultos de las crías y provocando con ello el sollozo continuo de los dos grupos. Llamada incesante a los dioses que tendrían que devolver el tributo en agua. En Galicia hasta hace poco se venían utilizando para consagrar y proteger los campos. Llenado las cazoletas de agua y tras una ceremonia católica, se bendecía el agua y se repartía entre los poseedores de campos que la distribuían entre el sembrado. Sin olvidar las epidemias, el hambre y otras necesidades que hacían de los lugares sagrados y siguiendo unos rituales precisos, la única posibilidad de darles solución. Lo único que tenemos es los restos de estos pequeños santuarios. Seguramente los adornarán con figuras de madera, representando a la diosa, pinturas, acompañados de la música y canciones precisas. Siendo la piedra la más resistente al tiempo y la que guarda el secreto celosamente. Quizá algún día nos lo cuente.

…y enfrente mismo de esta casa, una piedra llana contiene unos petroglifos mucho más antiguos…

Conjunto de petroglifos de Capaimona.

Texto y fotografías de Carles Gisbert. Excursionista, divulgador del patrimonio cultural y amante de la naturaleza.